Al principio no sabía si colgar esta entrada o no, pero hoy es un día especial, y como las personas normales no reciben homenajes a menudo y su labor, por muy grande que sea, pasa desapercibida porque nunca llegaron a ser famosos, me apetece compartir con vosotros un esbozo de lo grande que para mí era mi padre, el cual hace doce años que ya no está entre nosotros. Le he escrito esta carta a mano porque no hay nada más personal que una carta escrita a mano, y el tipo de letra tiene la explicación que justamente doy en la entrada.
Podría decirle muchas más cosas de las que digo, pero sería una entrada interminable.
Por último, decir que no ha sido para nada fácil escribir esto, que me ha costado muchas lágrimas... pero que también era necesario hacerlo.
¿Qué somos?
viernes, 17 de diciembre de 2010
domingo, 21 de noviembre de 2010
DE LO IMPERSONAL A LO PERSONAL
Bueno (tono de suspiro)… pues ya tengo un cuarto de siglo y muchas cosas han pasado de lo que yo llamo impersonal a lo personal. Quizá previamente convendría que diese unas pequeñas acotaciones de lo que para mí significa personal e impersonal. Pues bien, he decidido escribir sobre todo debido a la conciencia que últimamente me azota acerca de este mundo tan globalizado en el que andamos, en el que estamos perdiendo la identidad, no sabiendo de dónde venimos y, por lo tanto, dificultando la tarea de saber hacia dónde vamos, con unos planes de estudio demasiado globalizados, con maneras de sentir que no son personales, convirtiéndolo todo en decoroso en lugar de personal y útil…
En fin, desde mi experiencia, lo impersonal para mí ha sido todo aquello que he observado sin ser consciente de ello, es decir, todo aquello que he visto, escuchado, pensado o hablado sin ni siquiera haberlo comprobado, guiándome por los pensamientos de otros, por sus palabras o experiencias, por sus maneras de sentir; por el contrario, lo personal ha sido aquello que he experimentado con mayor o menor fortuna, aquello que me ha moldeado y me sigue moldeando, lo que siento, pienso y no siempre digo cuando toco, escucho o hablo, ayudándome a tener una iniciativa propia, a decidir por mí mismo.
En el camino se han quedado obsoletos pensamientos, ideas, emociones y concepciones, algunos más destructivos que otros, y por ello me alegro, pero también he dejado atrás parte de esa esencia tan bonita que yo tenía. Ahora tengo otra serie de cosas que tampoco cambiaría - porque cada edad te ofrece una cosa que tenemos que aprovechar-, como la capacidad para afrontar ciertas cosas, y cierto “bagaje” a la hora de enfrentarme a situaciones, personas y decisiones. He perdido mucha inocencia y confianza en torno a asuntos varios, pero he ganado muchas herramientas de las cuales me estoy sirviendo y que seguro me servirán para más adelante, he aprendido a regular mis emociones, a conocerme a mí mismo, a saber cuándo es el momento y cuándo no.
En fin, podría seguir, pero he escrito esta entrada para hablar de lo personal y lo impersonal. Y es que impersonal era actuar como si el mundo me debiera algo, pero lo personal derivó a hacerme ver que el mundo gira a su antojo y soy yo el que tiene que adaptarse; asimismo lo impersonal fue construir castillos en el aire hasta hoy día, pero lo personal me demuestra que todo castillo se cae y tienes que aprender a construir tu propio castillo a partir del que estaba en el aire; impersonal era creer que todo el mundo tenía la misma ilusión que yo ante algo, pero lo personal me demuestra día a día que el compromiso es algo muy difícil y que no todo el mundo tiene el mismo nivel de compromiso; impersonal era para mí vivir de manera pasiva, pensando que las cosas se iban a solucionar sin que yo hiciese nada, pero lo personal me hizo ver que si no hago nada, las cosas no se solucionan solas; impersonal era pensar que mi padre viviría toda la vida, y sin embargo, lo personal me hizo consciente de que un cáncer de páncreas no es un resfriado; impersonal fue pensar que si entraba en la universidad sería para estudiar lo que tantos años había deseado, pero lo personal me hizo ver que la universidad es otra herramienta elitista en la que te programan para ser como ellos quieren que seas. Estaba equivocado, pero eso me hizo, a la misma vez, descubrir mi vocación de docente, siendo consciente de que debo deconstruir a partir de lo que intentan que construyas, para construir de una manera inteligente y adaptada a determinados contextos; igual de impersonal fue pensar que el teatro sólo me serviría para actuar y pasármelo bien, pero lo personal me dio en la cara sorprendentemente, ya que no conté con el hecho de que me ayudaría a aprender tantas cosas de mí mismo y que, a día de hoy, sería una de las herramientas más poderosas que poseo, ya que me ha ayudado a tener, desarrollar o mejorar muchísimos aspectos, como la creatividad, o a desarrollar distintos tipos de inteligencia que no sabía ni que existían; poner barreras a personas que tenían otros gustos diferentes a los míos fue algo impersonal. Ver que hay personas maravillosas que me hacen vibrar y revivir y, sin embargo, tienen gustos diferentes a los míos, fue lo personal; ¿y pensar en un mundo justo? Eso sí que era increíble, o sea, impersonal, el pensar que las personas somos recompensadas en concordancia con el esfuerzo que empeñamos. Aquí lo personal me dio “en to’ los morros”, ya que como dice un personaje de una obra maestra de las series televisivas, “A Dos Metros Bajo Tierra”: - bueno, sé que si piensas que la vida es una máquina expendedora en la que metes virtud y sacas felicidad, probablemente te llevarás una gran decepción- ; algo muy impersonal fue mi primera relación en el terreno amoroso, en la que yo tenía un concepto demasiado social del amor. Y es que nos dicen: “el amor es esto, el amor es lo otro”. Con el paso del tiempo comprendí que el amor es sentirte bien y hacer sentirse bien a otros, observar, escuchar, estar ahí… que es agridulce, pero, ¿qué no es agridulce en esta vida? Aprendí que el amor no tiene nombre de perfume o de rosas rojas, sino que se llama Personal y que a cada persona se le manifiesta de manera diferente. Para mí el amor no está preconcebido ni prepactado, sino que el tiempo es el que te lo hace descubrir… el ver, el escuchar, el tocar, el mirar… es una acción-reacción.
Hay tantas cosas que han pasado a lo personal como otras que a veces caen en lo impersonal, pero es que vivimos con tanta prisa, tanto miedo y con tantas cuerdas y peso, que a veces nos convertimos en impersonales, y es por ello que necesito momentos como éste en el que estoy escribiendo para reflexionar acerca de mi persona, para no convertirme en un ser impersonal.
Hay una cosa que siempre ha sido personal en mí: demostrarle a todo el mundo que se equivoca conmigo, que no estoy sujeto a ninguna etiqueta, que soy capaz, que tengo muchas facetas. Y parece que hasta ahora lo he conseguido y eso me hace ser personal.
jueves, 15 de julio de 2010
RECUERDO DE UNA MEMORIA INCIERTA
Necesito llorar mi pasado, pegarle una patada, utilizarlo como si de una puta rastrera se tratase.
Recientemente he sido consciente bajo confesiones directas de que mi vida ha sido manipulada (no pretendo que a nadie le importe), un puto teatro de marionetas en el que han decidido cosas por mí que a mí me tocaba elegir. Y estoy descargando toda mi rabia escribiendo en el papel como si quisiera rajarlo -entre mosquitos que me están comiendo en mitad de una noche de verano-, un papel que no ha hecho mal a nadie, un papel que, al igual que yo, no eligió ser papel, sino que quiso seguir siendo el árbol que no lo dejaron ser.
Quiero rajarme la piel en un grito desesperado, arrancarme el pelo con las manos, matar a alguien. Pero… ¿tengo derecho? NO, por supuesto que no tengo derecho, porque mi ahora no tiene la culpa de mi antes. Y mi ahora llora lágrimas de sangre cuajada, podrida por todos los años de antigüedad que atesora, y amenaza con hacerme muchísimo daño.
Mi infancia es un recuerdo borroso, más agrio que dulce, con lagunas increíbles. Me siento más frágil que nunca, me hace daño cada recuerdo.
Siento que mi vida no va a ninguna parte. Y voy vestido con un traje de nostalgia de lo que nunca me ha pasado, dando tumbos por ahí y con el maquillaje corrido de después de una actuación que a nadie le importó.
Cuando me desnudo, todo el mundo sale corriendo y me siento desarropado. Después me vuelvo a poner el traje, pero ya está roto y sucio y a través de las roturas se deja ver una piel fustigada por armas inmateriales. Es entonces cuando mi cuerpo inerte se sienta en cualquier esquina esperando a que pase un puto día más. Y no hago nada, y me siento el doble de mal por no hacerlo; a través de la ventana veo la lluvia, pero el teléfono no suena e internet ya no funciona. Tampoco hay luz, así que no puedo escuchar música para terminar de deprimirme en condiciones. La cena está servida para mis amigos, pero un día más no vienen (me lo olía) porque saben que les voy a hablar de mis problemas. Así que un día más me voy a la cama sin ducharme, con la misma mierda y la manta rota, tardando en dormirme porque pienso en nada, y esa nada es todo, y ese todo me come el estómago.
Y NADIE ME ESCUCHA. Al final mis ojos se cierran, tumbado en cualquier posición. A la luz de una farola se observa mi cama con la manta arrugada, el pie izquierdo asomando con el calcetín medio quitado y el brazo derecho detrás de la cabeza despeinada.
Un nuevo día llama a mi ventana forzando el cristal con una luz amarilla que encandila mis ojos. Curiosamente recibo una buena noticia. Estoy que me salgo. Lo publico en facebook y, al salir de la ducha tengo llamadas perdidas en el móvil y treinta y cinco notificaciones en facebook. Después de un rato mis amigos se presentan inesperadamente con una sonrisa a comerse la cena del día anterior.
lunes, 22 de marzo de 2010
UNA LITERA MARRÓN OCRE
Una litera marrón ocre, una habitación con persiana rota que amenaza todo el tiempo con violar mi intimidad. Un baño con un water que se atasca continuamente y unas cuantas duchas de agua fría. Es todo lo que tengo, y sin un duro en el bolsillo… débil, débil… débil, como susurros de un viento decadente que anuncia una nueva primavera llena de alergia.
Es chungo e inquietante sentir que estás en medio de nada y que esa nada en realidad puede significar nada. Siento nostalgia de lo que no sé si algún día me sucederá, empiezo a dar pasos inseguros. Se acerca un pasado que me amenaza con rebelarse continuamente, una fase de mi vida que asoma como si de recaídas de una anorexia o alcoholemia se tratase. Vuelvo a protegerme por momentos del miedo al miedo, me preocupo en vez de ocuparme, pero es que, por otra parte, me veo sin herramientas para luchar contra ello; físicamente no estoy fuerte y me cuesta horrores acostumbrarme a mi antigua vida. Me levanto por las mañanas sintiéndome como una mierda por aquello que no soy capaz de hacer. Ahora siento como si todo lo que conseguí hubiera perdido su valor, fuera de mi dominio.
Debería ser un poco más condescendiente a veces y romper con todo. Quién sabe, a lo mejor me iría de puta madre.
Una vez más me han rechazado al mostrarme como yo soy, al no conformarme con lo que me ofrecían. Me he negado a que me dominen, a que me quieran por lo que no soy, a convertirme en algo que no forma parte de mi. Y he vuelto a esta litera color ocre, he vuelto a un caparazón. Soy una tortuga que sigue sacando la cabeza para tantear el terreno.
Esta última vez me había entregado con todo lo que yo era, con todas las consecuencias, porque me había cansado del miedo al miedo, de rechazar nuevas cosas en mi vida por el miedo a que me volviese a pasar lo mismo. Y una vez más no se han esforzado por conocer a Dani, sino que se han quedado lejos de la i, hasta diría que en la D.
Y me duele el pecho… me duele comprobar que a pesar del esfuerzo, una vez más no han sabido verme. Y me duele sentir que me hagan ver que me equivoco todo el tiempo, que soy el culpable del fruto de un ego dañado, de una frustración o de un simple malentendido.
Y me siento perdido, una vez más saliendo de algo que empecé con mucha ilusión y que ahora veo como lejano y frustrante. Siempre digo que en esta vida se aprende hasta de lo más vanidoso, pero es que estoy empezando a estar harto de aprender y de no ver nada materializado.
Sólo tengo ganas de estar en mi habitación, encerrado en mi litera-cueva, de abrir el armario y vestirme desnudo para salir a la calle y mostrar todas mis heridas. Pero no quiero que me vean, o sólo quiero que me vean aquellos que sepan curarlas; no quiero oír más lecciones de moral, por favor, ni de ética, ni que me busquen solamente como intermediario para resolver los problemas de otros.
Creo que soy una persona bastante reflexiva, y que siempre intento mirar dentro de mí y remediar mis errores, pero empiezo a pensar que tengo un grave problema, ya que todo me sale de la misma manera.
Estoy perdido en mitad de un cruce de caminos de tierra fértil en mitad de una noche oscura y fría. Pero siento los aullidos de los lobos y las ramas moviéndose recorren un miedo que me inmoviliza de pies a cabeza. Lo peor es que creo que pronto voy a empezar a echar raíces en este sitio hostil y lejano de donde yo provenía.
lunes, 25 de enero de 2010
COHERENCIAS INCONEXAS
Me encanta ver amanecer mientras viajo; no me gusta que me hablen muy de cerca, sobre todo si les huele el aliento; estoy enamorado de la gente que me sonríe a las siete de la mañana; no me gusta admitir que se me ha acabado el suspense en una relación; me encanta oír gritos de alegría; no mola nada despertarse después de un sueño que es la polla; me da rabia encontrarme con funcionarios que amargan el día a una persona; me encanta dormir tapándome con la manta más arriba de las orejas; me desilusiona el hecho de que muchas de las personas con las que me encuentro se preocupen más por lo “hippie” que voy ese día o el corte radical de pelo que llevo, que por cómo estoy en realidad; me encanta dejar lo mejor para el final siempre que como algo; siento desinterés por aquellos que nunca dejan hablar a los demás; me encanta cantar a mi puta bola por la calle; no soporto las tesis de la vida cotidiana, quiero decir, esas que se hacen en un segundo diciendo: <<tú eres “tal”, tú eres “cual”>>, cuando en realidad muchas veces sólo te conocen de dos palabras o dos gestos con la cabeza; me gusta derramar la cera de las velas y después ver cómo se consolida; no me gusta oír hablar de “lo bien que tratamos los españoles a los extranjeros” y después, darse cuenta uno mismo cuando está viviendo en el extranjero que “los españoles” no tienen respeto alguno por la gente autóctona; me gusta olerme las manos después de haber limpiado con lejía, ya que me acuerdo de mi madre cuando era pequeño; no me gusta ver las noticias cuando tengo un mal día; me encanta ver escenas de películas e impregnarme por un solo momento de la energía mágica que conllevan; no lo paso bien cuando digo verdades a medias; me encanta que me susurren al oído; no me gusta justificarme todo el tiempo por lo que soy o dejo de ser; disfruto haciendo reír a mis sobrinos; no me gusta relacionarme siempre con el mismo tipo de gente; me hace volar el escuchar distintos puntos de vista acerca de un mismo tema; no me gusta volver a casa después de un día que es la ostia; me encanta darme cuenta de que nunca dejo de renovarme; me pone nervioso que la gente empiece a hablar y no conduzca el tema hacia alguna parte cuando se trata de un tema de interés a resolver; me encanta la tensión sexual medio resuelta; no me gusta que me digan lo que tengo que hacer con mi vida; me gusta tirarme ligeramente de los pelos de las cejas cuando estoy estudiando y ver cómo caen los pelillos en el papel; no me gusta la gente “cool”; me encanta ir sólo a la estación de tren y quedarme allí, escuchando el ruido a mi alrededor, mirando la vía solitaria del tren; una parte de mi muere poco a poco cuando pienso en “eso”; me encanta escuchar a Nina Simone en la oscuridad; me repatea ir a clase y comprobar que el profesor no ha venido y que ni siquiera ha tenido la delicadeza de avisar; me encanta recordar momentos; no me gustan los chistes mal contados; me parto el ojete cuando alguien está contando un chiste y en mitad del chiste para en seco porque no se acuerda; odio hacer cosas “porque sí”; me encanta estar con mis cuatro hermanos y mi madre; me da rabia recordar el 26 de diciembre de 1997 y escuchar a mi padre decir: “comed de esta tarta, porque el año que viene no la probáis”. Efectivamente, no hubo tarta el 26 de diciembre del 98; me encanta la gente directa; no me gusta levantarme a las 1 del mediodía; me encanta inventarme canciones con Manoli; me ha dado una pena terrible ver a tíos con los que me he liado acudir al sitio donde trabajaba con su mujer y sus hijos; me encantan las situaciones improvisadas; no me gusta que ciertas personas sólo cuenten conmigo cuando tienen problemas; me encanta el “purrummmmmm” en las canciones de Raffaella Carrà; no me gusta la gente que hace comentarios “realistas”, ya que, lo que en realidad les pasa es que tienen envidia de aquello a lo que no se atreven; me encanta imaginar a la gente cagando y echar la carcajada; no me gusta cuando todo sucede a cámara lenta en mi vida y después, en dos segundos, todo sucede tan deprisa que se me escapa de las manos; me gusta saber que sigo ahí a pesar de todo; …
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