¿Qué somos?

miércoles, 28 de octubre de 2009

EL CINE Y YO

¿Cómo explicar algo tan diverso, tan heterogéneo, tan desigual en el tiempo, tan… muchas cosas más?


Cuando era niño me encantaba ver y oír la lluvia caer escuchando de fondo esas películas en blanco y negro. Además, me encantaba hacerlo escuchándolas muy de fondo, disfrutando del sonido a la misma vez que cualquier movimiento de mi cuerpo producía en la ropa. Me reconfortaba saber que mi madre andaba por la casa atareada o trabajando tan bien como lo ha hecho siempre en nuestro negocio, o quizá sentada viendo la tele con mi padre; mi padre, que me hacía que todos los días, cuando regresaba del trabajo, le desabrochara los cordones y le quitara las botas –yo renegaba, pero al final acababa haciéndolo porque en el fondo me gustaba-, estaría echado en el sofá viendo esas películas en blanco y negro que yo escucharía en la lejanía; me flipaba por aquel entonces viendo una vez tras otra LA HISTORIA INTERMINABLE, EL MAGO DE OZ o LOS GOONIES.

Ahora mismo me siento al describir esto como cuando pasas por una panadería y, sin tener hambre, te dan ganas de comer por el simple olor que desprende ese lugar –esto es un guiño a mi último director de teatro, Antonio Alfonso. Tuvimos que trabajar en la obra que estrenamos el mes pasado este ejercicio, un ejercicio que me ha ayudado a poder expresar esto ahora, porque me he sentido así sin quererlo-. ¡Ay!, ¿qué sería de mi vida sin olores?

Siempre que echo una mirada atrás, que hago una valoración, ya sea breve o extensa de mi vida, me es imposible no discernirla en dos. Es decir, a los trece años se produce la muerte de mi padre por culpa de un señor llamado Cáncer que tengo oído que es muy odiado por la gente. Un hecho que cambió mi manera de ver la vida, me obligó a vivir una vida que no elegí, llena o vacía de otras cosas que acabaron encaminándome o desencaminándome, como creo que algunos piensan.

Mis circunstancias cambiaron y, por lo tanto, se produjo un cambio en mi tipo de cine, un tipo de cine que no escapó aún así a esa etapa de adolescente con hormonas bailando y neuronas temerarias. Por así decirlo, la época del pavo, de las pajillas, de la experimentación, de los granos asesinos, de la regla que le viene a esa chavala por primera vez en mitad de la clase de matemáticas, etc. Fue una época repleta de películas como SCREAM, SÉ LO QUE HICÍSTEIS EL ÚLTIMO VERANO, y las típicas películas “americanas” –que, por cierto, me hace mucha gracia y a la misma vez me da impotencia en mi lucha absurda contra el mundo, escuchar el término americana/o para referirnos a todo aquello que proviene de EE.UU., como si el resto del continente no existiese, cuando precisamente, estaba allí mucho antes de que se constituyeran los EE.UU.- , carentes de arte y buen gusto alguno, en mi opinión.

Recuerdo ese verano sudado en el que me dispuse a ver LOS PUENTES DE MADISON. Recuerdo haber pensado: ¡Madre mía! Esto tiene que ser un tostón. Bueno, pues me dispuse a verla porque no tenía otra cosa mejor que hacer. Al principio, sólo podía concentrarme en mi piel pegándose en aquel sofá de sky, pero, de repente, me vi sumergido en los campos de la película, en la historia de esa ama de casa y ese fotógrafo, en el dilema de ella, un dilema que se agrava y te tiene en ascuas con la escena del coche.

Nunca olvidaré la primera vez que vi KILL BILL, o MOULIN ROUGE sentado en esas sillas del cine de verano de mi pueblo en las que te pica el culo. Recuerdo ahora mismo con una carcajada cuando en ese mismo cine vi LA VIDA ES BELLA, con la consecuente barraquera que me pegué de camino a casa.

En el recuerdo quedarán Fuyu, el hombre hojalata, King Kong, la máscara del asesino de HALLOWEEN.

En mi atemporal memoria quedarán momentos como el de Björk en BAILANDO EN LA OSCURIDAD, ese momento en el que deja de cantar bruscamente; el disparo de CRASH en el césped de esa casa; Josephine y Geraldine en CON FALDAS Y A LO LOCO; Carmen Maura en general, como cuando golpea a su marido con la pata de jamón en ¿QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER ESTO?; el momento en que Ed Harris expone su más argumentado discurso en LAS HORAS, deja de hablar y todo en él se vuelve inerte hacia otro estado; el momento en que a Sean Penn lo separan de su hija en YO SOY SAM; Charlize Theron en MONSTER; las conversaciones de Candela Peña con Micaela Nerváez en PRINCESAS, sus miradas, sus gestos; el momento de “hago palanca con la punta del pijo” en AMANECE, QUE NO ES POCO; el cine español en general; Victoria Abril en NADIE HABLARÁ DE NOSOTRAS CUANDO HAYAMOS MUERTO; el momento de Sara Polley pisando el césped mojado, bajo la lluvia en MI VIDA SIN MI; Javier Cámara en LA MALA EDUCACIÓN; Cate Blanchet en ELIZABETH (las dos partes); Marlon Brando en EL PADRINO; Stephen Dillane en LAS HORAS; todos los actores de LAS HORAS; la escena de la furgoneta con el abuelo diciéndole al nieto que se folle a toda la que pille en PEQUEÑA MISS SUNSHINE; el momento de “clavada de agujorro en el pecho” a Uma Thurman en PULP FICTION; Audrey Tatou en AMÉLIE; Miranda Richardson en SPIDER; Rachel Weisz en EL JARDINERO FIEL; Leonardo Di Caprio en VIDAS AL LÍMITE; Anthony Hopkins en EL SILENCIO DE LOS CORDEROS; Hilary Swank, Clint Eastwood y Morgan Freeman en MILLION DOLLAR BABY; Johny Depp en EDUARDO MANOSTIJERAS; Meryl Strreep en general; Jack Nicholson en general; Kevin Spacey en general; todos los actores de todas las pelis que me han gustado y que no sé sus nombres; el cine asiático que he visto y que no me acuerdo de sus títulos porque lo veía en ciclos de cineclub universitario; en fin, podría seguir mucho rato, pero no es cuestión de aburriros.

No creo que haga falta que diga lo que siento por el mundo mágico de la actuación. Se me hincha el pecho, respiro hasta mejor, me fijo en cada detalle, en cada golpe de música, en cada carcajada, en cada llanto, en cada momento tenso, en la tensión sexual de un escena, en los personajes desilusionados, en aquellos que encuentran su sitio, en los que no lo encuentran nunca pero tampoco les importa no encontrarlo, en los ilusionados, en la iluminación, los planos, los encuadres, los fallos de raccord, los lugares...
                                                         

                                                                                                        

miércoles, 21 de octubre de 2009

DESAPRENDIZAJE SOCIAL (LIBRE CONFIGURACIÓN)

       
                                                                                           Fdo: Alessia Rollo. "In-Domestico"                  

A veces las flores me huelen a olvido, el vino a rancio y la cerveza me la bebo solo. A veces se me cae una lágrima y realmente no sé por qué, y el no saber por qué en ocasiones me llena de impotencia, en otras me desconcierta. En otras comprendo que no importa el por qué. Pero lo que realmente me preocupa es cuando el por qué me deja un atisbo de esperanza .


Por otra parte no quiero que muera ese atisbo de esperanza, porque si muere, eso significa que ya lo sé todo, que he descubierto el sentdo absoluto de la vida, y, aparte de que eso no va a pasar, tampoco quiero que pase, porque en ese caso, no tendría más nada que aprender y todo un agujero negro bajo mis pies. Me horroriza la idea.

Estoy intentando expresar esas cosas que hacen que mueras un poco más por dentro –y esto va por ti, Manoli-. ¿Te acuerdas del día que me contaste que los gorros de la Guardia Real inglesa estaban hechos con la piel de un oso canadiense? Enseguida mi cuerpo pegó un bajón, pero mis ojos no podían expulsar ninguna lágrima. Al instante te expresé el sentimiento consecuente que se quedó grabado en tu especial y particular cerebro, y te dije:

-Tía, es que esto que me cuentas es del tipo de cosas que hacen que mueras un poco más por dentro -¿te acuerdas?-

Es horrible llorar sin lágrimas, sentirse sin defensas. Es triste que cuando conozcas a gente, te vean como alguien especial o se entusiasmen contigo y, por consiguiente, con el tiempo te hagan creer que vales algo en sus vidas, que les aportas algo. Acabas dejándote amar, alquilando y regalando un trozito cada vez más grande de tu alma. Después, según el trozito se va haciendo trozo, se produce un alto en el camino y el otro decide que ya no eres más en su vida.

Si por un momento sois empáticos y olvidáis vuestra realidad –aunque puede que la vuestra, por un casual, se parezca a la mía-, la vida es un puto teatro; hay gente que se pasa toda su vida manteniendo un rol y les va bien. Consiguen que los amen, que les roguen, que estén ahí simplemente por ellos. Pero para mí es eso, un rol.

Existe gente auténtica y consiguen que los amen simplemente por ser ellos, por hacer su alma visible; y luego están los que interpretan un puto rol, convirtiendo su vida en una obra de teatro donde existe la acción-reacción, donde un personaje lidera el conflicto de la escena. Hay focos y fundidos en negros, e incluso apariciones estelares. Existe un inicio, un nudo y un desenlace. Ocurre también que a veces gusta a la gente y a veces no. A veces esta obra de teatro resulta ser la comedia más desternillante, otras la tragedia màs sobrecogedora; mientras alguna vez pasa desapercibida, otras gusta pero con el tiempo se olvida.

Y yo me pregunto, ¿Qué es lo que pasa con la gente que no es auténtica y con la que no mantiene un rol?

Se puede decir que soy el tipo de persona que al principio cae bien, incluso a veces soy como esa canción que reproduces cinco veces seguidas porque no puedes dejar de escuchar. Pasa que a la sexta y a la séptima sigue gustando pero ya con menos entusiasmo.

Sé que es triste compararse con una canción, pero es que lo siento así. Soy la canción que a la vigésima vez la gente se aburre de escuchar, a la trigésima entra en el proceso de empezar a olvidar. En muy pocas ocasiones me ocurre que gusto a la de treinta, a la de cuarenta y a la de trescientas reproducciones, y otras me convierto en un ‘hit’ en la vida de alguien. Para otras personas, en cambio, soy un ’hit’ que sólo escuchan cuando se vuelve a poner de moda.

Pero me jode muchísimo que en algunas ocasiones cuando me convierto en un ‘hit’ en la vida de alguien, al cd en el que me reproduzco le salen unos misteriosos brazos y rompe el reproductor, o la canción se raya.

¿Cómo hacer para mantenerse en la vida de alguien sin interpretar un rol? ¿Cómo llegar a no ser un recuerdo olvidado en la mente de alguien? ¿Cómo mantener un juego, una acción reacción en una relación- que, al fin y al cabo pienso que es el aliciente principal de una relación, o por lo menos, un pilar importante--, mostrando tu alma tal cual sin dejar de interesarle al otro, sin mantener un rol ficticio, el cual tiene la función de servirse para tener a la otra persona ahí, sin que se aburra?

¿Qué le pasa a nuestro mecanismo interior cuando estas cosas le suceden una vez y otra, y otra, y después, y más tarde de después?

Hay personas que cada vez que mueren un poco más por dentro, lloran con lágrimas, después lloran sin lágrimas. Pero un día, sin más, dejan de llorar y se convierten en uno más, cometiendo los mismos errores que han cometido con ellos. Al fin y al cabo, se podría decir que abandonan su cojín de pinchos para sentarse en el de un sillón vibrador relajante, de esos que hay en los centros comerciales

viernes, 16 de octubre de 2009

INANICIÓN MENTAL


ADVERTENCIA: “esta es una entrada larga, en caso de duda consulte a su farmacéutico; en serio, es una entrada larga. No os pido que critiquéis la extensión. Lo que escribo lo escribo sobre todo para mí. Así que si no os interesa, pues no hace falta que la leáis”.


Mi piel quiere dejar de ser piel, olvidarse de estrógenos y testosterona, células muertas, dejar de sentir esos dos besos de cortesía, quiere ser invisible, hacerse reversible, envenenar a todo aquel que quiera dañarla.

Mi cuerpo quiere dejar de ser cuerpo, convertirse en algún ser mágico, alejado de lo vanidoso, de lo ordinario, quiere salir a la calle desnudo sin que lo miren, pasar desapercibido aunque vaya de rosa fucsia, ser todo y nada, correr, andar, expresar, sentir un aliento en la nuca acompañado de una mano que se extiende desde mi espalda hasta mi vientre, quiere desprenderse de la piel, esparcir sus cachos por el firmamento al igual que el resultado de una bala que entra por la boca y sale acompañada de los sesos, con la misma fuerza, para estar en todos sitios. Mi cuerpo quiere dejar de sentir comentarios estúpidos.

Es curiosa la inanición, cómo saca de nosotros lo más animal, lo puro, la creatividad, el espíritu crítico, lo sarcástico, lo irónico, lo perverso, lo necesario, lo prioritario.

Intento huir de lo vanidoso, de lo cotidiano, de lo monótono. Me hace sentir inútil, sin fuerzas. Tengo una fuente de energía dentro de mí increíble, tanto, que a veces me da un espasmo eléctrico y los que están a mi alrededor preguntan: ¿qué ha sido eso? Pues bien, estas cosas derriban mi energía con un mínimo soplo, alejando mi integridad, mis ganas de ser, de estar, convirtiéndose todo en un estado de inanición mental, consumiendo cada ápice de mi cerebro, friendo mis sesos, matando mis alicientes. Así mis párpados se caen y mi boca se abre, mis oídos se vuelven sordos o asienten a cada palabra que oyen. Todo se vuelven espasmos de soledad, y mi burbuja transparente de cristal se desprotege, y me convierto entonces en una suculenta presa para esos que llevan gafas de sol, esos vampiros energéticos que me chupan toda la energía. Y después sólo queda mi alter ego, mi parte anulada.

Hoy les muestro la parte frontal de mi largo dedo corazón a todos aquellos que intentaron que convirtiese mi vida en una profecía autocumplida que tanto ansiaban. Hoy inspiro profundo expirando aliviadamente todo lo pasado.

Hoy muestro mi cara trasera, la misma por la cual deshecho todo lo que mi cuerpo no necesita a todos aquellos que no sólo no creyeron en mí sino que intentaron echar abajo a ese yo que representa sus propias y más profundas frustraciones, las mismas que algunos de ellos siguen vertiendo en sus propios hijos.

Hoy escuché una canción que decía: “Las personas son como las polillas, buscan la luz para acabar girando alrededor de una bombilla”; siempre he buscado la luz, pero nunca me he quedado girando alrededor de la bombilla.

Hoy doy las gracias desde esta entrada a todos aquellos que me han hecho sentir la inanición mental, aún con el hedor, aún con su aura. Sí, les doy las gracias porque involuntariamente me han hecho pasar a otro estado, a un universo en que lo cotidiano sólo es una opción, un mundo en el que yo elijo mi propia realidad.

Y aquí me encuentro, en una habitación a oscuras escuchando la banda sonora de mi vida- “Morning Passages”, de Philip Glass; fragmentos de películas que me acompañarán a la tumba; el recuerdo de aquellos que llenan o han llenado cada parte de mi memoria-.

Aquí, entre un montón de platos sucios y un frío tremendo que cala todo mi cuerpo y amenaza con congelarlo. Pues bien, lo congelará todo excepto mi alma que, más viva que nunca, no deja que la diseccionen y le den dosis de conformismo o de ese glamour de la vida que tanto predomina hoy en día. Mi alma es atemporal, vive en el último piso de la última vivienda de la última ciudad de la última montaña más alta dónde sólo hay oxígeno para aquellos que mi ecosistema les permite llegar, un ecosistema que decide quién es alérgico y quién no, quien tiene que morir, quién tiene que vivir, el que tiene que quedarse en el olvido o el que se merece vivir en ella. Mi alma alquila, vende y regala, pero no se alquila ni se vende, ni tampoco se regala. Mi alma tiene vida propia y ha decidido ser invisible para que nadie pueda tocarla, verla o robarla; si algún día tengo una hija, quiero que se llame Alma, porque lejos de que el nombre sea bonito o feo, es lo único que tengo: mi alma.

Siento que vivo, sujetadme para que cuando me soltéis el impulso sea tan grande que de mi espalda broten unas alas hermosas, exhalando un intenso olor a humanidad; siento que mi piel transpira ahora mismo, que un calor va y otro viene. Siento que mi cuerpo es más inteligente que mi cerebro anulado a veces, que soy útil, que tengo algo que aportar.

No me importa morir mañana, en el 2035 o dentro de 150 años, pero sí quiero dejar de existir el día que deje de sentir.

Desde aquí, desde Campobasso, en algún lugar perdido de Italia, lo máximo que doy a aquellos que me han subestimado es mi espalda, pero doy mi alma a todos aquellos que saben ver más allá de mi piel o ese lunar del cuello -estoy tocando ahora mismo las teclas lentamente, escuchando una melodía de piano, y mis dedos sienten el tacto y mis ojos se cierran queriendo morir en un aullido de placer que se ahoga hacia dentro, no puede salir, pero mi piel lo expulsa creando en este instante una magia a mi alrededor que es mía y sólo mía, que nadie me puede arrebatar, porque no es material, es increíble-

“Amor de Don Perlimplín con Belisa en su Jardín”, de Federico García Lorca:

-PERLIMPLÍN. Sí... ¡las uvas!, las uvas, pero ¿y yo?... Me parece que han transcurrido cien años. Antes no podía pensar en las cosas extraordinarias que tiene el mundo... Me quedaba en las puertas... En cambio
ahora... El amor de Belisa me ha dado un tesoro precioso que yo ignoraba... ¿Ves? Ahora cierro los ojos
y... veo lo que quiero... por ejemplo... a mi madre cuando la visitaron las hadas de los contornos... ¡Oh!...¿tú sabes cómo son las hadas?... pequeñitas... ¡es admirable! ¡pueden bailar sobre mi dedo meñique!


“THE HOURS” (LAS HORAS), una película dirigida por Stephen Daldry –Richard, un personaje representado magníficamente por Ed Harris argumenta lo siguiente:
-RICHARD. But I still have to face the hours. I mean, the hours after the party, and the hours after that (Traducción: pero aún tengo que afrontar las horas. Quiero decir, las horas después de la fiesta, y las horas de después)
No quiero afrontar las horas de una fiesta vana, ni las horas de después, sino aquellas en las que mi energía fluye, se transforma y la transporto; he descubierto que en esta vida se saca provecho hasta de lo más vanidoso.

Un abrazo a todos de este eterno amante de lo absurdo y las pequeñas cosas.

jueves, 8 de octubre de 2009

EL AMANTE DE LO ABSURDO Y LAS PEQUEÑAS COSAS


Hoy es uno de esos días en los que me he dado cuenta de que tengo sentimientos, que en realidad me importan las cosas más de lo que pienso. Nunca sé hasta dónde puedo llegar porque yo mismo me limito, me pongo una jaula a mi alrededor.


Soy un amante de lo absurdo, de las situaciones absurdas, de los chistes absurdos, del teatro de lo absurdo, de lo absurda que a veces es la vida. Y es que quizá lo soy, soy absurdo a veces, pero lo absurdo me lleva a lo lúcido inmediatamente. ¡Qué maravilloso es el proceso!, el proceso por el que uno pasa hasta llegar a una conclusión, o a una no conclusión sino a un entendimiento, el proceso de cómo uno llega a captar la esencia de las cosas, de las personas, del ambiente que le rodea y transportarlo todo, manipular variables que te enriquecen y enriquecen a otros. A estas alturas del proceso me he dado cuenta de que no existen las preguntas adecuadas, los besos y abrazos adecuados y que estos tampoco existen en el momento adecuado, porque nuestro ego nos lleva a pensar que el otro sabe lo que pensamos, como si todo este entramado fuera el propio de una película de Hollywood. A veces pensamos y, en mi opinión, es un error, que la vida es como una película de Hollywood, en la que el ser amado va a venir a recogernos a la salida del trabajo, nos va a coger en brazos y las cosas van a pasar a cámara lenta mientras suena la canción ‘Love lifts us up where we belong’. Pero estas cosas sólo pasan en las películas, que intentan inculcar el sueño americano, ese mismo que hace que mucha gente se convierta en desequilibrados mentales, otra se suicide y otros cuantos mueran en un quirófano haciéndose una liposupción. Así luego vemos a niñas de 20 vestidas como señoras de 40 y a señoras de 40 vestidas como niñas de 20, nos desesperamos porque no nos llega el amor adecuado y acabamos haciendo daño a personas que se involucran en nuestra vida con una intención pura y sana.

Pues bien, no existe lo adecuado, sino la adecuación de uno mismo al medio. Las cosas no se solucionan porque sí, las solucionamos nosotros, con pequeñas cosas. No soy partidario de decir, por ejemplo, te quiero a no ser que me vaya a estallar el pecho o sienta la necesidad de decirlo, pero sí soy partidario de demostrarlo. (Verba volant, scripta manent)

Nos dicen que el amor es lo supremo, que las personas estamos hechas para otras, que sin amor no podemos vivir… ¡reflexionemos! No es sano el amor que te ata, el que te perjudica, el que te hace sentir en la obligación de… eso se llama esclavitud. Para mí el amor tiene muchas formas. Se llama Mi Madre, se llama Carmen, se llama Leo, se llama Manoli, se llama Mis Sobrinos, Mis Hermanos, se llama Charry, Débora o Julián, La Vieja de mi pueblo que siempre que me ve se alegra, se pone nerviosa y me come a besos. El amor es Quedarse Prendado de un Sitio. El amor se llama para mí Teatro, Películas, ese Desconchón de la Pared que me quedo mirando, la Canción que no puedo parar de escuchar, el Abrazo de esa Persona que nunca esperé… ; hay muchas formas de amar, y estas son las puras para mí. Las que me hacen sentir cosas maravillosas, e incluso las que me hacen sentir miserable, triste, o amargado incluso. Estoy enamorado del proceso, pero es eso, un proceso, y me hace sentir libre, porque no estoy atado a ello. Estas cosas son amor para mí. No estamos hechos para una sola persona, sino para muchas y para muchas cosas más. Hablo de esas cosas que nos hacen ser libres, nos desatan y nos hacen sentir cosas puras, fuera de coartar la libertad de otras personas.

El ser humano es más que una sola cosa, pero lo que no entiendo es por qué tenemos que simplificar. La mente humana es compleja. Somos animales, y si entendemos que el ser humano es animal antes que humano entenderemos el por qué de muchas de las cosas que hace, pero a diferencia del resto de los animales, pensamos y creemos, y creamos expectativas, y luego llega alguien que nos las limita y nos frustra y nos hace sentir por un momento que somos o valemos para una sola cosa o para nada.

El otro día conocí a una chica aquí en Italia. La gente se piensa que porque estemos todos de guay y te conozcan de un día, ya tiene el derecho de meterse en tu espacio personal. Bueno, pues va esta chica y me dice: oye, ¿te puedo hacer una pregunta muy personal?- vamos a ver, pues no, porque me conoces de un día y no te doy el derecho de meterte en mi vida y de invadirme-. Bueno, pues me hizo la puta preguntita: ¿eres gay?

Por un momento sentí que todo mi ser lleno de creatividad, sentimientos, no sentimientos, mi parte capaz de, mi parte de actor, mi parte de maestro, mi parte de trabajador… en fin, todo eso, se reducía a ser gay. Vamos a ver, soy muchas cosas y ninguna, soy todo y nada. Eso es lo que le dije, mandándola a zurrir mierdas con un látigo muy educadamente.

Pues eso, que es muy triste que te reduzcan a una cosa. Si soy gay o no eso es lo de menos. Es una parte de mí, como de ti es la de ser de Marte, por ejemplo. Pero la diferencia es que a ti no se te juzga por ser de Marte, sino por lo que eres capaz de, por tu rol en la vida en general, y tú, en cambio, al igual que mucha gente, me estás juzgando por lo que crees que soy antes que por lo que soy capaz de, al igual que se le juzga a un presidente por ser negro antes que presidente, a un borracho por ser borracho en vez de por ser el mejor científico del mundo, por ejemplo, o a una mujer por ser mujer antes que una excelente conductora, ama de casa o mecánica.

Pero en esta vida si no eres hombre, alto, guapo, rico y de raza blanca, la llevas clara.

Vamos a volar todos y a amar y a dejar amar las cosas y las personas que nos rodean, siendo conscientes de que nada ni nadie es permanente, de que nadie está obligado a nada y haciendo el amor día a día con las cosas. Vamos a amar la vida, aprendiendo a amar, aprendiendo a aprender y a aprehender.